jueves, 30 de junio de 2011

Atemporal

Destrozamos el presente con un acto atemporal,
un impulso que se come el resto de conciencia
que decíamos tener;
pesa más el silencio que incita,
la noche húmeda que transpira ansia
mientras nos acercamos de a poco.

Todo es despacio, 
pensado sin pensar,
actuado sin ver,
                  para que no haya culpa ni arrepentimiento.

Y se caen los meses de un poste de luz,
acariciando la soledad de la plaza.
               Nos besamos.

Se conjugan los nombres en un suspiro que eclipsa el sol
y viene a llevarse la noche,
nuestra noche,
        sin que nos demos cuenta.

martes, 28 de junio de 2011

Esa mujer (es mía)

    Qué tiene de malo, la mina me gusta, me calienta. 
¿Y si la sigo qué? Necesito saber qué hace, qué no hace, a dónde va. 
Todo se reduce a simple necesidad.


   Le encanta que la hagan sufrir. Es una loca linda, de las que te parten la cabeza. Es culposa, tiene complejo de mártir. La veo pedir perdón cuando no hizo nada, llorar de impotencia, salir corriendo a intentar salvar el mundo. Y me dan unas ganas de agarrarla fuerte y decirle: no pienses más, relajate.
   No sabe lo que quiere, entonces hay que darle todo. Un día tenés que ser el pibe más bueno del mundo, otro ni mirarla a los ojos. Porque así ella se siente bien, sufre y llena hojas y hojas con tu nombre, a veces con corazones alrededor, otras puteandote. 
   Crea cosas de la nada, todas las noches, cuando no puede dormir y la veo acercarse a la computadora. Me maravilla verla teclear rápido, casi con furia, exorcizar pensamientos, descargar lágrimas. No lo quiere, eso lo puedo asegurar; el novio la caga y ella sabe, pero lo aguanta porque como dije le gusta sufrir. 
   Es ordenada, ordenadísima, tiene todo clasificado por color y por textura, por peso y por temporada. Sí, yo también pensé que era obsesiva, pero creo que así se siente segura; le gusta controlar. Me encantaría que lo haga conmigo.
   Ajam, también controla en ese sentido. Al principio me contuve, no quise ver, sólo estuve cerca hasta que se sacó la ropa. Pero después me dio curiosidad, quise saber cómo se movía. Es increíble. La quise encima mío, la quiero ahora, todo el tiempo. 
   Un día entré a su pieza, me senté en la cama, toqué las sábanas. Creo que la sentí, como si fuera a llegar en cualquier momento y darme algo de su amor. Porque ella ama complicado, en otro idioma, con miedo. Y yo tengo unas ganas tremendas de disfrutarla. Desde esas entradas furtivas, siento que la comprendo más, que me meto en su mundo.
   Y sí, podría hablar de ella por horas, contando dónde tiene lunares y dónde esconde las cartas del primer novio. Podría decir qué le gusta comer, qué odia, a dónde va cuando llueve y hasta incluso qué sueña. Pero no puedo seguir,  porque está llegando, agarradita de la mano del novio. Hoy la guardia va a ser larga, cumplen meses y la noche apenas empieza.
   

domingo, 26 de junio de 2011

Infidencias

   Venís con las manos llenas de palabras, que no dicen nada pero suenan bien; las decís con los ojos clavados en mi boca, y yo hago un esfuerzo sobrehumano para no ponerme roja. Creo que no me sale, creo que esa última sonrisita fue porque te diste cuenta de lo que estabas provocando.
  Vas de una punta a la otra de la ciudad, llevando en los bolsillos monedas y un boleto para dentro de dos semanas. ¿A dónde nos vamos darling? que sea lejos, bien lejos de la humedad que se come los libros. O cerca, bien cerca de mi cama, para jugar a que somos extraños sin nombre y sin pasado, que apenas si saben que se gustan, porque lo están descubriendo a los besos.
   Te miro, te como con los ojos y seguís impasible. Quisiera comerte con la boca, plantarte batalla con mis labios anestesiados que piden revancha. Pero hoy no es el día, por eso me voy con tu beso en la frente, haciendo fuerzas para no volver y hacer lo que realmente quiero.

viernes, 24 de junio de 2011

La chica bien

   Fue puta. Digo que fue puta porque ahora es chica bien, pero era de las buenas. Se entregaba y besaba aunque el tipo oliera a cigarrillo y noche agria, aunque la cabeza se le partiera y tuviera ganas de dormir. Pero ese tiempo pasó, y ahora se sienta a la mesa con esa otra puta reprimida, la cuñada que la detesta por envidia de lo que nunca va a disfrutar.
   Se miden con la mirada. La reprimida se atraganta con la comida, y la chica bien sonríe sobradora. Sonríe porque nota el calor en su marido mientras le acaricia la entrepierna, y también por la cara envenenada de su cuñada. Por suerte hace mucho que aprendió a ignorar esas boludeces para intentar rebajarla, cuando en realidad estaba por encima de mucha gente que se decía honrada.
   Hoy se sienta a la mesa con el pelo atado y una remera bien cerradita, que apenas deja que se le vea el cuello. Pero si soltara la lengua, y le contara cómo le gusta a su  hermanito verla hecha una puta, como el día que la conoció. Así, bien despeinada, con la boca roja y el pecho descubierto, para que él la bese con ganas.
   Esa noche lo trató maravillosamente, hasta que el pobrecito dijo basta. Pero ella no paraba, porque era de las buenas, y no se cansaba. Cuando terminaron, dos, tres o siete veces después, él no podía dejarla. Así que volvió todas las semanas, se envició. Y cuando empezó a pensar que otros también la tocaban, y que podría ser tan buena con ellos como lo era con él, decidió llevársela.
   La presentó a la madre, a la hermana con pretensiones de monja, a las cenizas del padre que están en el comedor. La sentó a la mesa, vestida como chica bien, pero con la lengua de toda una puta; bien afilada para la mina que la envidia, bien compradora para el tipo que la desea.
   El bocado pasó, y la cuñada abrió la boca para decir algo, pero se calló rapidito. Se levantó indignada de la mesa cuando su hermano besó a la puta mientras susurraba: "acabé". Y escuchó, claro que escuchó, porque estaba enfrente de ellos con los ojos atravesando la mesa, adivinando lo que pasaba ahí abajo. 
   Silencio. Risas.
   La madre se disculpa con la chica bien, su hija está sensible, el novio la dejó y se fue con una cualquiera.

miércoles, 22 de junio de 2011

Cercenada

    Ella dice que está muerta, pero no le creo. Siempre fue muy mentirosa; no por desconocer el valor de la verdad, sino por apreciar el arte de la mentira bien formulada, tan real que aplasta todo lo sincero hasta ahogarlo. Por eso no le creo, aunque perjure y perjure, y me muestre el abdomen manchado de sangre.
    Me siento, y desde la silla la veo retorcerse. Dice que sufrió mucho, que es desesperante sentir como la garganta se cierra y no podés respirar. Que solamente te queda contar y esperar el sonido salvador de la ambulancia, que no llegó, porque no la llamé. Y me mira, con odio y resentimiento, porque ella no tuvo fuerza para alcanzar el celular, que estaba en la mesa de la cocina, donde esta tarde habíamos estado tomando mate y charlado de la vida.
    Susurra, se esfuerza por putearme con esa lengua viperina que tanto disfruté acariciar con la boca. No la escucho, porque me imagino tomándola fuerte, sacándole la expresión de odio de un sacudón. Pero no es momento, lo sé, por eso mejor me enojo y le digo que se calle. Al primer grito me hace caso, y sonríe con una falsedad que me indigna.
   Me repite que está muerta, doblemente no le creo. Los ojos se le dieron vuelta, y su cara tiene una expresión fatal, no me importa. Yo todavía la quiero, pero hay cosas que no se le hacen a uno, estas son las consecuencias.
   Se ahoga, ya no espera la ambulancia. Contrae el abdomen y vomita sangre. Tose, creo que suspira mientras me hecha las mil y una maldiciones. Llora, sí, me parece que llora y dice que nunca me amó. Encima me hace esto; miente, engaña, echa culpas y ahora me hace sentir un pelotudo. Cómo le voy a creer otra vez, no puedo.
   Siempre fue hermosa, tremenda, pero tan loca. Nunca me salió entenderla. Hoy menos que menos, cuando me dijo que ya no estaba segura de nosotros, y me pedía un tiempo. Hoy menos que menos, cuando me confesó entre ese llanto de mierda que había conocido a alguien más.
   Me costó no quererla cinco minutos. Le rompí el corazón, esta vez de verdad, no como cuando me decía que la lastimaba cuando no le contestaba un puto mensaje. Y ahora llora, se queja, me dice que está muerta y no le creo. Ya no puedo, todo es una mentira, ella lo fue.
   No me habla, no se mueve.
   Sentado, con la vista fija en sus ojos eternos, aprieto fuerte el corazón entre las manos, que todavía está caliente y húmedo. Me resisto a creerlo, pero creo que la maté.


  

lunes, 20 de junio de 2011

No tiempo

Morderte la nariz.
Quedarme quietita.
No esquivarte el beso.
Sonreírte con sonrisa tonta.
                    No decir nada.
                    Escucharte respirar.
                    Esconderme abajo de las sábanas.
                                          Contar hasta diez.
                                          Buscarte entre mis piernas.
                                                                No pensar.
                                                                       Robarte un te quiero.
                                                                       Decir yo también.

domingo, 19 de junio de 2011

Distancias

Cerca, bien cerca,
          a centímetros escandalosos
ellos hablan en lenguas muertas
y se cuentan historias viejas,
de esas que empiezan en enero
con el sol que parte,
y acaban con la primera hoja de otoño
que toca el piso.
Cerca, más cerca,
           a milímetros irrespetuosos
ellos se leen los silencios,
porque son libros abiertos
con notas al pie en cada página,
una infinidad de aclaraciones contextuales
que no importan cuando el impulso les arranca 
suspiros de un pasado inmediato.
Cerca, tan cerca que se respiran la sangre,
           boca con boca
ellos pelean y se reconcilian,
y en la vorágine de esa noche que se estira
y estira hasta hacerse inacabable
se comen los pensamientos
y la razón.

miércoles, 15 de junio de 2011

Precipitaciones

Todo se precipita,
cae con una fuerza furibunda
mientras entierra recuerdos,
mientras arranca de raíz el te quiero
que una vez alimentó tus labios helados.
Y no puedo hacer nada,
porque perdí esta batalla el verano pasado,
cuando tus valijas decidieron irse lejos
llevándose la que yo era.
Golpe seco en el pecho,
que está hueco hace ya dos estaciones.
Fin, receso, ajuste tardío de cuentas.
Dame algo
porque todo se precipita,
tenés lo labios helados
         y yo me estoy muriendo de ganas
                              de quemarte la duda.

domingo, 12 de junio de 2011

(Hoy)

Sin querer (hoy) pensé en vos,
y me divertí sufriendo mientras te leía en mensajes viejos,
esos tan lindos que mandabas en enero,
cuando todo era húmedo y caluroso,
y me buscabas todo el tiempo
mientras yo me escondía en el pasado.
Sé que no sirve pensarte,
porque estás muy lejos,
a dos micros de distancia
y un zumbido en el monitor.
Pero tengo ganas de nombrarte,
aunque sea para mí, 
y ver tu foto de perfil
mientras espero encontrar una perdida en el celular.
Que no llega, 
que no llega más.
Ojala estés bien,
yo (hoy) pensé en vos.

jueves, 9 de junio de 2011

Abrir archivos

    "Hoy te pido que me escuches, porque tengo ganas de que hablemos hasta tarde. En realidad no sé exactamente por dónde empezar, y la primera línea me está costando horrores. 
     Tal vez necesites saber qué me impulsa a escribirte, y sólo puedo aventurar una explicación... te estoy necesitando en mi vida otra vez. Y no quiero, te aseguro, dejar que esto crezca o pretenda hacerse de mis pensamientos. Porque me gusta monopolizarlos, censurar las sonrisas que me puedan derrocar de mi propio auto-gobierno.
     Pero últimamente, quién sabe por qué, estoy perdiendo territorio y poder. Cuando me tocás (seguro sin querer, seguro sabiendo qué provocás), yo te sonrío, bien tonta, bien inocente. No pedís permiso, y avanzás sobre la paz armada que tanto costó construir. Es tu culpa si estalla la guerra, darling, estás avisado.
     Sigo, como una especie de satélite fiel e insondable, rondándote. Y vos seguís brillando  como un foquito fluorescente, como ese que me parte la cabeza cuando quiero dormir. Porque cuando estoy pensándote no puedo parar, y suelo venir acá, a escribirte cartas y archivar besos.
    No te imaginas la cantidad de cosas que esperan por vos. No sólo tengo una carpetita de besos a punto de estallar, sino otras tantas llenas de caricias, para darte abajo de las sábanas. Guardo cuidados especiales, para este invierno que promete películas francesas  y juegos de sobre-sueños. 
   Y vos estás tan lejos. ¿Ya te lo había dicho no? Podrías venir un poco de este lado, a donde da el sol y el tiempo se mide en te quieros. No quiero ser cursi, no quiero extenderme. Pero soy cursi y me extiendo, porque sos lo más lindo de esta ciudad, y no quiero que te eclipses con el sol de otoño.
  Te quiero darling, siempre termino en lo mismo. No creo que deje de hacerlo nunca, porque es de esas cosas que me salen bien naturalmente. Paso horas recolectando tus sonrisas, y te cuento algo, hace mucho no te veo feliz.
   Volvé a ser el chico que pide abrazos, ese que espera el te quiero dicho de pronto, sin razón. No te pierdas en faldas que te ciegan, y en recuerdos que empañan tu ruta. Acelerá, porque esto de ir tan lento me está mareando, y es hora del cambio. Es de noche, y es nuestra hora, salgamos a caminar".

miércoles, 8 de junio de 2011

Somnolienta

Creo que te llamo dormida,
con la cabeza hecha un caos
y el pelo revuelto,
con los sueños tibios
y la almohada en los ojos.
Creo que te digo:
                       te quiero,
                      ¿vamos al cine? 
                      o venite a casa...

Pero estás tan lejos darling,
tan ajeno a esto que me tiene despierta 
a estas horas
escribiendo(te) 
y lo más frustrante,
¿te cuento?
                  seguís leyendo(me) como si fuera para otro.

lunes, 6 de junio de 2011

Labios cuajados

Giro sin gracia alrededor de su nombre,
esquivando silencios que quemen
y letras enfermas.
Caigo de golpe sobre la esquina de un beso,
tan errante y mezquino que me enojo
y grito olvidos fingidos.
Pero tengo la voz débil,
ahogada por el invierno que asoma
y promete soledades.
No me escucha, no me teme,
no se fija en mis labios cuajados 
por el frío asfixiante.
Ruedo hasta su cama,
pierdo armas y tropas
y quedo desnuda
                              de pie.
Ahora me ve
lee los gritos
esconde el egoísmo en un bolsillo roto
prende la luz 
me besa el estómago tembloroso.

jueves, 2 de junio de 2011

Jueves

   En el medio de la calle, respirando humedad y noche de jueves, lo veo irse con mi respuesta en la boca. Sabe que me deja pensando en supuestos seguramente equívocos, en variables que me hagan feliz o decapiten mis ilusiones. Pero no le importa, y a veces creo que hace bien en mantenerse al margen de la vorágine de mis fantasías.
  Se da vuelta, y en la distancia me sonríe con esa sonrisa que frena autos y corazones. Intento recordar cómo es eso de caminar, un pie y luego el otro; no me sale. Me quedo inmóvil, con el pulso hecho una orquesta en plena función.
  ¿Te vas o me esperás? Del otro lado de la plaza coquetea con la luna, y me divierte ser espectadora no comprometida de sus miradas, que son lo más lindo de toda la ciudad. Ella todavía lo está descubriendo, yo lo aprendí hace rato.
   Salgo de mi pequeño colapso motriz-emotivo y camino hacia él (o corro, no sé bien). Pero el choque de silencios me desarma, y todo lo que quería decir se pierde en un llanto abrupto y estúpido. Me mira sin saber qué hacer, si abrazarme o esperar, porque nada dura para siempre, ni siquiera las lágrimas.
   Elige el abrazo fuerte, ese que te vuelve de una pieza. Lo miro con sonrisa rota y ojos rojos, encendidos de palabras a punto de reventar. Te quiero darling... pienso, digo y repito con la voz afiebrada. 
   Veo la duda en sus ojos, que aumenta hasta hacerse tangible a mis labios. Lo beso sin querer, con prudencia, sin saber cuánto contarle y cuánto esconderle. Pero no me sale bien eso de la puesta en escena, y en medio del acting revelo un par de infidencias.
   Que me hace falta, que lo busco con excusa y sin excusa, que lo sueño, que lo nombro en silencio y en susurros (a veces a los gritos), que no puedo sin él.
   Nos quedamos así, con la boca conversando cerquita, queriendo multiplicar estrellas e incinerar relojes. Ya no intenta irse, y salva distancias minúsculas con pasos de gigante. 
   Creo que apenas nos dimos cuenta de la gente circulando, y del semáforo en verde que destrabó el tiempo. Creo que tarde caímos en el viernes que se asomaba por la esquina, y la plaza amarilla latiendo al ritmo de junio. Creo, y sólo eso, que nos costó horrores detener la charla para empezar a hablar. 
    Lo quiero, es viernes, y tengo todo el día para aprender a caminar de la mano.