esquivando silencios que quemen
y letras enfermas.
Caigo de golpe sobre la esquina de un beso,
tan errante y mezquino que me enojo
y grito olvidos fingidos.
Pero tengo la voz débil,
ahogada por el invierno que asoma
y promete soledades.
No me escucha, no me teme,
no se fija en mis labios cuajados
por el frío asfixiante.
Ruedo hasta su cama,
pierdo armas y tropas
y quedo desnuda
de pie.
Ahora me ve
lee los gritos
esconde el egoísmo en un bolsillo roto
prende la luz
y me besa el estómago tembloroso.
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