miércoles, 30 de marzo de 2011

Lo que es, por lo que fue.

   Malvinas fue una especie de tormenta de hierro, que inundó el continente hasta sepultarlo bajo el óxido. Destruyó puertas y ventanas, incluso casas enteras. Se llevo con ella fotos y cumpleaños, dejando atrás agujeros negros y abolladuras. Fue uno de esos desastres imposibles de medir, porque no hay números estáticos que puedan representar la devastación de la memoria...

  
   Ellos eran demasiado jóvenes, pero se sentían viejos y cansados. No lloraban. No por vergüenza, sino porque no servía. Las lágrimas sólo empeoraban el estado deplorable de sus cuerpos hambrientos e hipotérmicos, que a veces parecían resistirlo todo, y otras, estar a punto de partirse en dos.
 Ellos, los secuestrados por una guerra que perdieron antes de empezar, tenían prohibido pensar en el futuro. En su cabeza, primaba la conciencia de lo inestable del presente, y lo borroso que se volvía el pasado.Y cambiaron, demasiado tal vez. Porque sus ojos perdieron la inocencia, y se quedaron ciegos por la cataratas y el polvo de la detonaciones.
Aunque lo intentaron, no pudieron olvidar lo vivido. Los gritos y la desesperación cuando, de pronto, comenzaba el bombardeo. La impotencia, y las ganas de putear bien fuerte cuando estacaban a un compañero en medio del vendaval. El horror de las mutilaciones, de la gangrena, de los pies morados y marchitos por el frío ¿Cómo iban a poder tachar de sus registros los nombres de los muertos y no muertos, de los que dejaron su cuerpo, y de los que se olvidaron el alma en las islas?
¿Dónde quedaron esos chicos que fueron humillados y obligados a callar para no incomodar? ¿Cómo devolverles la vida que una mano negra les robó?
Quienes no murieron en la isla, quienes no se mataron en el camino, a quienes todavía les late el corazón, viven. Pero entre cada latido todavía escuchan bajito los gritos de un general, o el suspiro inconexo de un compañero moribundo...

 Todo está lleno de polvo. Caras, manos, bocas. Porque no se habla y es mejor así, ¿no? Porque se queman las memorias y se cosen lenguas.
 Todo está salpicado de sangre. Y sobre eso hay que hablar y escribir, y gritar con ganas y leer. Sobre eso hay que volver, y sacar fotos, y archivar fechas y nombres.
 No olvidemos. La tormenta pasó, pero las ventanas siguen rotas, y hay que mirar para adentro, y asegurarse de que no se robaron nada. Memoria.

martes, 29 de marzo de 2011

Chat



 "Es tarde (tardísimo) y seguimos hablando. Me decís que se terminó, que estoy distinta, que vos sos otro. Pretendes que me conforme con un simple adiós, mientras yo intento retenerte con cualquier excusa. Pero no me alcanzan las manos para teclear razones lo suficientemente rápido. Y te vas.
  Te pido que me atiendas, que me llames, que me encuentres alguna vez y no me pierdas para siempre. Pero tu ventana no titila hace diez minutos y no sé qué pensar. Lloro con lágrimas secas frente al monitor, que no me abraza ni consuela. 
  No sé cómo llegamos a esto, cuándo el negro se convirtió en blanco, o al revés, ya ni sé. Quiero explicaciones para el frío que estoy sintiendo, que no se va ni con veinte frazadas. Te pido que me salves de la hipotermia, y no me dejes entre las esquirlas de hielo. Tengo miedo.
  Volvés. Repetís cosas sin sentido, que no entiendo no sé si por tonta o por testaruda (creo que lo segundo). Antes de contestar te leo media docena de veces. Busco una doble intencionalidad en tus palabras, pero soy ilusa, es más simple que eso. Ya no me querés. Escape".

sábado, 26 de marzo de 2011

Analgésicos

  "Hoy, después de varios meses, me desperté pensando en vos. No fue casualidad, ni un intento de mi parte por traerte de vuelta a la rutina de mis sueños. Simplemente, es que empezó el otoño, y vos amabas el otoño, y pensé en lo feliz que estarías con que el verano se haya terminado.
   Te imaginé caminando entre árboles dorados y veredas crujientes. Pero en la ilusión no estabas solo, yo iba agarrada bien fuerte de tu mano, y cada tanto me apretabas los dedos con cariño.
  Las cuadras se nos hacían eternas, pero íbamos pisoteando hojas y contándonos historias sin nudo. Frenábamos en las esquinas, mirando antes de cruzar que no pase ningún recuerdo revoltoso, de esos que te aplastan sin compasión. Nos vi perdernos en una esquina borrosa, y desaparecer.
  Me desperté pensando en lo lindo que se sentía cuando me abrazabas, como sino pudiera romperme y fuera de una sola pieza. Me desperté escuchando tu voz en mi cabeza con una nitidez que me asustó, porque casi creí que de verdad estabas conmigo.
  Y ahora, no puedo volver a dormir, porque no quiero olvidar mi sueño. Lo recuerdo, manoseo, grabo de forma indeleble en mi memoria. Sé que es falso, que no pasó... pero puede pasar. Todo depende de cómo nos traten los soles que vienen.
  Hoy, después de varios meses, puedo decir que al fin me desperté. Estuve demasiado tiempo sumida en un sopor falso, provocado por analgésicos de olvido forzoso. Pero quiero recuperar la forma en que solía mirarte, la facilidad para darte una abrazo por qué sí, el te quiero sin vergüenza  y a los ojos, lo que sea que una vez sentí".

Amortizado

   " No es fácil para mí decirte lo que estoy pensando, y mucho menos lo que en estos momentos se debate en mis venas. No es fácil, creeme. Me tiemblan las piernas, y siento cómo se me va la voz bien lejos, para que no la pueda alcanzar.
    Cuando te conocí, eras uno de tantos, una de las muchas caras que reconocía como familiares pero no ataba a ningún nombre. En cambio ahora, estoy en perfectas condiciones de hacer un retrato mental de tus rasgos, sin omitir ni un detalle. Y tu nombre, ya lo habrás notado, recibe una caricia cada vez que te llamo.
    ¿Cuántas noches se nos fueron en charlas sobre mi tendencia al desastre, y tu tendencia a salvarme de los desniveles de las veredas? ¿Algunas vez las contaste? Me acuerdo de cómo te reíste cuando llegué a tu casa empapada, por culpa de un chaparrón inoportuno, después de ir al cine a ver esa película que me criticaste tanto. Con vos todo es anécdota.
   Te quiero. Suena raro, rarísimo. Es como si te hubiera robado la ternura por dos palabras y un suspiro. Y lo repito, porque ahora me las apropio y las escondo. Me gustaría decírtelo todos los días, amortizar la adquisición para el resto de nuestra vida.
   Te miro mirarme con mirada sonriente. Nunca creí que los ojos pudieran sonreír, pero los tuyos parece que sí, y lo hacen. Seguís sin decir nada. Me muerdo los labios, sueno los dedos, quemo las pestañas. Pienso en qué estarás pensando. No logro adivinar.
  Fueron tantas las veces que quise buscarte, y decirte, y gritarte, y grabarte en la memoria lo que siento. Pero siempre fue más fácil esperar, dejar que las cosas pasen. Y ahora que pasaron, estamos acá, y tenemos que decidir. En realidad, tengo que esperar tu decisión, porque yo tomé la mía desde el primer beso que me diste.
 Ya no puedo olvidar que siempre pedís el mismo gusto de helado, que te preocupas por todo lo que digo (como si fuera importante), que te encanta viajar y queres aprender a pintar. Ya no puedo tachar de mi cabeza tu nombre, y hacer como si tu cara fuera una de tantas, y que sólo me parece conocida.
 Te quiero. No dejes que pierda la facilidad con que ahora lo digo. No dejes que te pierda en ninguna calle oscura. No me dejes".

miércoles, 23 de marzo de 2011

Autumn

 El otoño se cayó del edificio más alto de la ciudad, ese que está cerca de Plaza Moreno. Con la caída, desparramó colores que tomaron las diagonales y recorrieron la ciudad de punta a punta. Todo quedó bañado en oro y ámbar, menos los juegos y los bancos llenos de abrazos.
 Las flores, inflamadas en celos, se escondieron para ser extrañadas en su ausencia. En cambio, el paraíso más viejo del lugar agradeció el cambio de vestuario, que esperaba con ansias desde que el viento se hizo más espeso. Todo quedó envuelto en ese influjo invisible, pero poderoso, de color sepia.





 El otoño es modesto, sencillo. Ofrece el marco para la foto perfecta, esa con sabor a nostalgia y té con miel. Se queda quieto, mientras uno disfruta de los propios recuerdos y hace crujir las hojas en la vereda. Irrumpe y se va sin pedir explicaciones, ni copias de las canciones que inspiró.

lunes, 21 de marzo de 2011

Pelea de almohadas

   
  Nacho decidió plantar resistencia y no dejarse ganar como la otra noche. Había sido humillado, y eso era algo que no podía tolerar. Luego de aquel incidente, no tenía más opción que implementar una rápida oposición y salir de la retaguardia.
  El plan era sencillo, pero tenía riesgos como cualquier enfrentamiento que se plantee en una habitación de dos por tres. Antes de acostarse, construyó un fuerte con almohadas para defenderse de los malos sueños, y dejó una luz prendida por si las dudas.
  Durante la primer hora estuvo atento a cualquier sombra extraña o sonido desconocido, sin conseguir más que un pequeño susto por culpa de un grillo inoportuno. Aún así, no quiso abandonar su postura defensiva, y se mantuvo firme.
  Optó por no caer en la paranoia, y recurrió a la dulce distracción de un chocolate con nueces. Pero el ruidito que hacía al masticar lo ponía nervioso, y al final quedó más tenso que al principio.
  Las siguientes dos horas fueron difíciles. Nacho se debatía entre el cansancio y su tenacidad. Quería llegar hasta el final, vencer a ese miedo que se proponía causarle insomnio, y algún que otro trauma a tratar cuando sea un cuarentón. Por esto, cada tanto se pellizcaba el brazo para despabilarse y saber que no estaba soñando. 
 Con un nuevo moretón, y la certeza de seguir en combate, pudo relajarse.  Movió un par de almohadas e inspeccionó toda la habitación minuciosamente (siempre desde la seguridad de la cama). Ningún sospechoso se dijo, y volvió a erigir el fuerte.
 La madrugada comenzó a pesar en los párpados agotados de Nacho, que bostezaba en forma escandalosa. Lo que sea que anduviera por allí, sabría que él estaba despierto y que no se dejaría asustar otra vez.
 Faltaba poco para que se hiciera de día, y la odisea terminara. El fuerte había caído, y las pesadillas no se acercaron a molestarlo. Iba a ser un buen día, aunque no estuviera en su casa hacía ya varios días, y su vuelta se atrasara cada vez más.
 La puerta de su habitación se abrió despacito, y un señor de bata blanca y sonrisa seca le preguntó cómo había dormido.
-Muy bien, sin pesadillas- contestó con la voz pastosa.
-Excelente Ignacio, pero veo que no dormiste mucho, está todo desordenado.
Nacho se percató de que no había puesto las almohadas en su lugar, y que la cama estaba demasiado revuelta.
-Es que tenía miedo de que ella me encontrara en algún sueño, y quiera vengarse. No quiero dormir. No quiero hacerlo más. Eso de soñar es peligroso, muy peligroso. Ella podría dañarme por lo que le hice, ¿no cree? ¿Puede darme algo para no dormir? no lo necesito.
 El señor de bata blanca y sonrisa de cartulina hizo un gesto de pena. Se acercó a la cama y tomó el pulso de Ignacio, que lo miraba suplicante.
-No existe nada para eso. Es imposible para una persona seguir viviendo sin dormir.
 Luego de unos minutos Nacho se quedó solo otra vez. Ya no le importaba escaparse, ni volver a su casa. Ya no intentaría esconderse de Rocío. Ya no le importaba eso de buscar la paz interior ni el arrepentimiento.
"Es imposible para una persona seguir viviendo sin dormir". Esa idea germinaba en su cabeza, y crecía a la velocidad del pensamiento. Esa mañana Nacho no bajó a desayunar. 


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  Una enfermera anunciaba la hora de la muerte, 9 a.m, y colocaba una sábana sobre el rostro de Ignacio. Su expresión era de paz, había conseguido su propósito. Ya no existían sueños que lo acosen. Ya no lo atormentaba el inconsciente cuando se apagaban las luces. Al fin, le había ganado la pulseada a los sueños.

viernes, 18 de marzo de 2011

Conversaciones nocturnas

   Eran las tres de la mañana y hacía frío, mucho frío, y era marzo, y era viernes. Carmela estaba acostada, hecha un ovillo, tapada hasta la cabeza. Lloraba, pero sin hacer ruido. Lloraba en mute, para que su mamá no la escuche. Lloraba con una mano en el pecho, porque tenía miedo de que el corazón se le escape y no quiera volver.
  Del otro lado del celular alguien decía incoherencias, o cosas inteligentísimas en un idioma incomprensible. Carmela escuchaba, y se mordía los labios. Cada tanto decía "por qué", "no te entiendo", "tenés razón". Del otro lado del celular la voz pedía perdón por las lágrimas carmín de Carmela, que sólo ansiaba cortar y dormir.
  Eran las cuatro de la mañana y hacía aún mas frío, y seguía siendo marzo, y todavía era viernes. Carmela estaba sentada en la cama, con las piernas y los pensamientos cruzados. Quería terminar la llamada, pero también entender por qué la voz no lo hacía de una vez.
  Las incoherencias se volvieron reclamos y después acuerdos, para terminar en frustraciones nacidas y muertas en esa conversación. Cuando no hubo más llantos ni consuelos, las incoherencias se volvieron te quieros dichos de a poquito, con miedo. Carmela apenas dijo "yo también", mientras se aovillaba otra vez y acomodaba el celular más cerca de su boca.
  Eran las cinco de la mañana y el frío comenzaba a ceder, y marzo ya no parecía tan detestable, y el viernes era un día genial. Carmela tenía los brazos abajo de la almohada, y se había quedado dormida con el manos-libres, mientras del otro lado de la ciudad alguien le deseaba buenas noches.



Sorpresa

" Estabas nervioso, tenías los ojos clavados en el piso y las manos en los bolsillos. Me hablabas de como encontraste los muebles llenos de polvo, y de las horas que te llevó dejar todo en su lugar. Yo te escuchaba, pero a veces me distraía cuando me mirabas de repente y sonreías. Eso siempre bastó para que se desordenen mis pensamientos por tiempo indefinido.
 Nos sentamos en un banco, y continuaste paseándome por anécdotas de tierra y sol. Mientras hablabas, tu voz iba encendiendo chispas y prendiendo luces a su paso. Admito que me quedé deslumbrada unos buenos minutos. 
 No sé en qué momento me aturdió el silencio y volví a la plaza, al banco descolorido y a tu compañía. Solo sé que cuando lo hice, vos revolvías tu mochila buscando algo. "Una sorpresa" dijiste, y yo fruncí los labios. Pensé en recordarte que no me gustan las sorpresas, pero luego supuse que lo sabías y no te importaba.
 Me hiciste cerrar los ojos. Odié eso. Por unos segundos mis otros sentidos se agudizaron, y el impacto de tu perfume casi me deja sin aliento. Te escuché respirar despacio, como conteniendote. Luego percibí como tu pulso se volvía rápido, acelerado, delatando tus nervios, poniéndome nerviosa a mí.
 Abrí los ojos. Extendiste una cadenita y la pusiste entre mis manos. Me reí de nosotros. Me reí de lo feliz que podes hacerme con tan poco. Te quiero, ¿lo sabes? Aunque no me des las caricias correctas. Aunque me niegues besos de contrabando. Aunque me pidas menos de lo que puedo ofrecerte.
  Sin querer (queriendo) te abracé. Me apretaste fuerte, hasta hacerme doler las costillas. Cuando decidí que necesitaba respirar me alejé. Nos medimos con la mirada, en silencio. Sé que lo pensaste, yo también. Pero hoy no es ayer, y no podemos cambiar eso."

miércoles, 16 de marzo de 2011

Pactos rotos

   "Hoy se quebró ese trato implícito que convenimos el día que nos conocimos. Por alguna razón que aún no comprendo, lo que parecía menos posible ocurrió. Y es que no todo es lo que parece, hasta que empieza a ser lo que parecía en un principio. 
  Me hablabas de tus cosas, yo de las mías. Nos reíamos, como siempre, de tu caminar chueco y mi pelo caótico. Yo iba zigzagueando, entretenida con las líneas de las baldosas. Vos, siempre tan maduro y serio, ibas disfrutando con mi lapsus de niña tonta. Y entonces, pasó.
 Mientras te hablaba de esa película que quería ver, me agarraste la mano y entrelazaste tus dedos con los míos. Continué describiendo la sinopsis, la categoría de los actores, el valor del guión. Levantaste nuestras manos, te las colocaste cerca de la cara y me miraste como nunca.
 No tenías derecho a arruinarlo todo. Todavía pienso en tu mirada y me tiemblan las piernas. "Que se te fue de las manos. Que no era tan sencillo. Que estás celoso. Que lo odias. Que me necesitas. Que me queres solo para vos. Que te enamoraste".
 ¿Qué podemos hacer ahora? ¿Cómo volver a la frialdad de una charla de conquistas eventuales y el promedio de los parciales? ¿Cómo dejar que me des un beso, si para vos es una gota más en el vaso, que hoy se derrama y me ahoga?
 Te quiero, pero él es mi dueño. No tengo opciones, nunca las tuve. Al final de la esquina, está él esperándome con una sonrisa de mil soles, que no me besa, pero me hace más feliz que nadie".

lunes, 14 de marzo de 2011

No me hagas caso

   "Te rogué que te fueras lejos, que me dejes de una vez y no mires hacia atrás. Quise hacerte entender que no perdías nada, pero mis razones no te parecieron lo suficientemente fuertes. Terco. Te me quedaste mirando como si no entendieras lo que estaba diciendo, o como si no te importara en absoluto.
   Todavía me tiemblan las piernas y tengo la boca seca. Por un momento tuve miedo de que me hicieras caso. Y ojala lo hubieras hecho, para salvarnos de las locuras que vamos a cometer. Ahora no tengo excusas para quererte como quiero quererte, y la idea me aterra.
   No sé si puedo seguirte por los bulevares, mientras cantas bajito para que sólo yo pueda escucharte. No sé si estoy lista para ir de la mano, con las caderas juntas y el pulso sincronizado. No sé si puedo desnudarme en cualquier lado, y mostrarte lo que escondo bajo la ropa. No sé si voy a poder dormir con tu mano en mi cintura, acariciándome la piel descubierta y llena de ansiedad.
  Te rogué que te fueras. Y no una vez, sino decenas, porque quería cuidarte. Ahora sólo puedo pedirte que te quedes, que no me dejes nunca. Y no una vez, sino centenas, para salvarme de la soledad.
  Creo que puedo despedirte con un beso después de ir al cine. Creo que puedo contarte que cuando sea grande quiero ser pintora de girasoles. Creo que puedo dejarte apoyar la cabeza en mi panza, y no moverme por horas, mientras vos te quedas ahí, quietito. Creo que puedo dejar que me quieras."

sábado, 12 de marzo de 2011

Sobre desvelos y olvidos

   "La noche me pesa en los párpados que, aunque cansados por las horas de desvelo, no aceptan que es momento de ceder. Me mantienen despierta, mientras vos dormís hace ya dos lunas y media. Me gustaría poder tener tu capacidad de olvido forzoso, pero aún no conseguí imitarte, y por eso hoy (y ayer, y mañana) me toca pasar la noche escribiéndote.
  Mi cuerpo está agotado, pero mi mente no quiere darme tregua. Va de un recuerdo a otro, esquivando esos que me dan puntadas en las costillas, y deteniéndose en los que me hacen sonreír. Vuelve una y otra vez, insistente, a tu nombre. Yo me alejo corriendo, con la puta conciencia de que no es eso lo que quiero. 
 ¿Cómo puedo mantener la voluntad cuando no puedo parar de pensar en vos? ¿Cómo puedo atrofiar mi memoria y disecar los recuerdos? Contame, explicame, tomate el tiempo del recreo para hacerme entender. Porque no puedo seguir batallando, y si pierdo, perdemos los dos.
 Borras mis mails, me devolvés esa película que te presté, creo que hasta conseguís olvidar de qué color tengo los ojos. Pero te mando un mensaje, diciendo que te extraño, y me respondes un escueto "me2" ¿No es tan fácil el olvido no?
 Quiero dormir, pero no paro de dar vueltas en la cama, enredando los pies descalzos en las sábanas. Quiero dormir, y soñar que estás conmigo, que me queres, que la confusión fue pasajera, y que todo va a estar bien. Pero no, los párpados me hicieron un piquete y se rehúsan a darme ese onírico respiro.
 Odio quererte tanto. Odio que me duela en el cuerpo extrañarte así. Odio tener tu voz grabada en el medio de la sien, tan clara como si estuvieras adentro de mi cabeza. Odio que no te importe, y duermas ahora hace tres lunas completas.
 Mi cama se vuelve enorme, un desierto de soledad y canciones tristes. No puedo dejar de temblar, las sábanas están heladas. Ahí donde debería estar tu espalda, desparramé las entradas del cine y la carta que nunca te mandé. Creo que así me siento más acompañada.
 La noche me pesa, me asfixia, se ríe de mí y me da la espalda. Te veo soñar en blanco y negro, con diálogos en mute y el reloj al revés. Te veo zambullirte en la farsa de la desmemoria, y me siento orgullosa de mí. Yo sigo sintiendo, sigo apostando, sigo saltando al vacío sin seguro. Yo todavía te quiero."

miércoles, 9 de marzo de 2011

Amnesia

Cuando te fuiste, 
se me resbalaron los te quieros
y se hundieron en el fondo de mi inconsciente más consciente,
se me arrugaron las sonrisas
y quedé en un stand-by indefinido.

Tu cara se volvió borrosa, irreplicable,
una foto maltratada por el tiempo.
Se me olvidó tu voz
y cómo sonaba mi nombre cuando lo decías.
No me quedaron besos ni caricias torpes,
nada para recordar tu piel ni tu perfume.

Pero me estoy curando de la amnesia,
de ese alivio pasajero que me dio la desmemoria,
y duele despertarse,
duele horrores.

viernes, 4 de marzo de 2011

No podes ser mi otoño.

Te pierdo, 
porque estás hecho de viento tormentoso
y no puedo encerrarte en mi boca
y las manos no me alcanzan.
Te pierdo, 
porque no podes cambiar como las estaciones
y ya se acerca el otoño
y vos sos verano de pies a cabeza. 
Te pierdo,
porque sólo mi sangre sabe cómo te llamas
y nunca me lo dijo
y no encuentro nombre que te quede bien.
Me voy, 
sin darte un beso en la nariz
ni llenarte los bolsillos agujereados,
sin dejarte una dirección para que me escribas
o me abandones.
Me voy,
porque ya no estas
y estoy vacía de tus latidos.
Me voy,
porque te perdí
y no quiero encontrarte de vuelta.

jueves, 3 de marzo de 2011

Esperando a que vuelvas ♪


  "Te equivocás si pensas que la distancia va a hacer algo por tu memoria, y lo sabés. Porque te veo irte con la duda en los ojos y el estómago revuelto. Porque veo tus pies queriéndose plantar en el suelo, y como hacés lo imposible para que te hagan caso y se muevan.
   Dejás tu nombre tirado cerca de casa, tal vez con la intención de que yo lo encuentre. Y lo guarde. Y lo abrace. No queres olvidarlo todo, admitilo. Aunque lo intentes, no podes incinerar los recuerdos que nos pertenecen.
   Atrás tuyo, estoy yo juntando nuestro pasado para cuando lo quieras de vuelta. Los besos que apuramos en la ansiedad del contacto. Las tardes de lluvia descubriéndote lunares. El primer te amo, dicho de pronto y con miedo. Las charlas interminables al teléfono, hablando de todo y de nada, por el sólo placer de escuchar tu voz.
  Te veo irte, y me muero por pedirte que te quedes. Me está costando demasiado ver como tenes una valija en donde debería estar mi mano.  Y no puedo hacer nada, porque ya hice mucho y no sirvió. Tengo que dejarte, y esperar a que vuelvas.
 Parece imposible pero ya te extraño. Me arde tu ausencia en los labios y en la rutina que empieza a doler. Te necesito demasiado. No imagino este tiempo sin vos. 
  Te veo irte, y quiero correr y alcanzarte y retenerte. Pero no lo hago. Se que vas a volver. Nos vemos pronto mi amor."