Las flores, inflamadas en celos, se escondieron para ser extrañadas en su ausencia. En cambio, el paraíso más viejo del lugar agradeció el cambio de vestuario, que esperaba con ansias desde que el viento se hizo más espeso. Todo quedó envuelto en ese influjo invisible, pero poderoso, de color sepia.
El otoño es modesto, sencillo. Ofrece el marco para la foto perfecta, esa con sabor a nostalgia y té con miel. Se queda quieto, mientras uno disfruta de los propios recuerdos y hace crujir las hojas en la vereda. Irrumpe y se va sin pedir explicaciones, ni copias de las canciones que inspiró.

No hay comentarios:
Publicar un comentario