viernes, 18 de marzo de 2011

Conversaciones nocturnas

   Eran las tres de la mañana y hacía frío, mucho frío, y era marzo, y era viernes. Carmela estaba acostada, hecha un ovillo, tapada hasta la cabeza. Lloraba, pero sin hacer ruido. Lloraba en mute, para que su mamá no la escuche. Lloraba con una mano en el pecho, porque tenía miedo de que el corazón se le escape y no quiera volver.
  Del otro lado del celular alguien decía incoherencias, o cosas inteligentísimas en un idioma incomprensible. Carmela escuchaba, y se mordía los labios. Cada tanto decía "por qué", "no te entiendo", "tenés razón". Del otro lado del celular la voz pedía perdón por las lágrimas carmín de Carmela, que sólo ansiaba cortar y dormir.
  Eran las cuatro de la mañana y hacía aún mas frío, y seguía siendo marzo, y todavía era viernes. Carmela estaba sentada en la cama, con las piernas y los pensamientos cruzados. Quería terminar la llamada, pero también entender por qué la voz no lo hacía de una vez.
  Las incoherencias se volvieron reclamos y después acuerdos, para terminar en frustraciones nacidas y muertas en esa conversación. Cuando no hubo más llantos ni consuelos, las incoherencias se volvieron te quieros dichos de a poquito, con miedo. Carmela apenas dijo "yo también", mientras se aovillaba otra vez y acomodaba el celular más cerca de su boca.
  Eran las cinco de la mañana y el frío comenzaba a ceder, y marzo ya no parecía tan detestable, y el viernes era un día genial. Carmela tenía los brazos abajo de la almohada, y se había quedado dormida con el manos-libres, mientras del otro lado de la ciudad alguien le deseaba buenas noches.



No hay comentarios: