Para mis amigos
y sus ventanitas titiladoras.
y sus ventanitas titiladoras.
La lluvia debe tener algún efecto secundario- y de carácter universal- que provoca reiterados extrañamientos, porque no dejan de titilar ventanas con ese reclamo urgente al tiempo. Quisiera tener alguna respuesta más o menos satisfactoria, aconsejar desde la experiencia que dudo tener, pero no me sale más que ofrecer un abrazo, de esos que duran mucho y hacen terriblemente bien.
Tengo la certeza de que no importan los relojes, los calendarios, los mapas, todo ese compendio de cosas que el hombre inventó para medir y ser miserable. A mí no me importa mucho que hoy sea 18 o 31, la verdad, lo que realmente importa es la presencia o la falta de... eso duele, eso es lo que se siente con una fuerza increíble.
Más llueve y más titilan las ventanitas, que extrañan su sonrisa, sus mimos, sus abrazos. Es una linda noche para ser dos, pero esta vez no se puede y el recuerdo no alcanza, por eso consumen los pensamientos y las ganas de correr. Todos tenemos esa necesidad, casi instintiva, de ir hacia lo que nos hace bien, y cuando nos falta no sabemos en qué plaza dormir.
Quedémonos hablando hasta tarde, hasta que el cielo se limpie y digamos algo que nos reconforte. Porque ahora yo también necesito un abrazo, y que me digan que no importan los relojes, los calendarios, los mapas. Hace frío, y más frío tiene mi nariz sin sus mordidas, extraño eso.
En noches así la nostalgia viene doble, dijimos bien, porque parece que no podemos cambiar de tema, y no queremos cambiarlo; parece que estamos deseando que sirva quejarse y pedir que sea otro tiempo, pero sabemos que es imposible.
Disfrutemos, extrañemos, que al fin tenemos algo que cuidar.
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