Compramos la ilusión del encuentro furtivo,
de la novedad que no quiere ser rutina,
por eso prendemos y apagamos la luz,
nos reconocemos cada lunes, cada jueves
y un domingo al mes,
cambiamos las sábanas
y los nombres,
nos decimos adiós en francés.
Estiramos el preámbulo,
nos volvemos ridículamente hipócritas
jugando a que no sabemos lo que el otro piensa
cada vez que suena un celular
y cantamos au revoir.
Pero cuando me voy y te vas
todo queda asquerosamente silencioso,
porque ya no se escuchan los suspiros
y la súplica que sigue,
ni tampoco el silencio al acabar,
cuando tenemos miedo de decir cualquier cosa
y destruir la novedad,
volvernos rutinarios,
querernos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario