Hace tres meses que no salgo de esta casa, de la rutina angustiosa de la maquinación constante. No estoy comiendo bien, a veces hasta me olvido de hacerlo. Y no duermo, me asusta lo que pueda soñar; las ojeras ya me pisan los hombros.
Todo es culpa tuya. Porque te veo ahí, desparramada en la cama, lo más relajada del mundo. Desde esa posición me pedís que te diga algo, pero me quedo mudo. No me sale ni una puta palabra. Y te reís silenciosamente, para que no me sienta tan estúpido. Pero me doy cuenta, qué te pensas.
Ahora exigís y escondés la comprensión abajo de la almohada. Me sueno los dedos, muerdo la lengua y contengo el silencio. Nada. Ni un había una vez se cuela por mis labios entreabiertos. El odio me enerva, agita mi pulso y comprime el pecho.Toda mi contención se va con tu última provocación, te movés entre las sábanas por el viento que apenas te hace cosquillas.
Te rodeo, te amenazo con la mirada. Pero luego, me salen palabras malignas que azotan tu cuerpo. Los improperios son unidireccionales, porque vos me matás con la indiferencia. Ni una palabra y toda la expectativa que no logro satisfacer. No puedo darte lo que querés.
Me siento cerca tuyo. Trato de analizarte, pero sos tan imposible que desisto rápido. Cómo entenderte, si nunca pude. Siempre fuiste un misterio para mí. Por eso me maravillás y me provocás el insomnio de las noches que no terminan más.
Seguís impasible, ajena a todo.
Lloro y me río, todo junto, a la vez. Lloro por lo miserable que me siento, tan cerca y tan lejos tuyo. Tan lleno de sentimiento y tan vacío de palabras que regalarte. Me río por tu actitud distante, y por el odio que eso me genera. Te quiero y detesto, esas contradicciones me gustan y me causan gracia. Somos un chiste, vos también, porque esta noche sos mía.
No sé en qué momento perdí la razón, seguramente a causa de las horas de ayuno e insomnio. No me culpes si pienso mal, y hago lo que no debería. Perdón si te tomo sin cuidado. Perdón si te te observo como objeto de laboratorio, buscando tu punto débil, y te rompo. Perdón si te tiro sin cuidado, sin ocultar el delito bajo la cama o mi ropa.
Observo el crimen de tu cuerpo blanco y delgado deshecho sobre la cama. Vos te lo buscaste, ¿o no? No fuiste comprensiva, y me pusiste entre la espada y la pared. Reaccioné como pude, como me salió.
Voy hasta el baño, y pienso en la pelotudez que me mandé. Me duele lo que te hice. Pero antes de que la culpa me haga mal, agarro mis pastillitas para dormir. Me tomo un par, no sé cuántas. Quiero dormir mucho, años de ser posible. Así que trago una atrás de la otra.
Me agarro de la inconsciencia con toda la fuerza del pensamiento. En mi sueño estás vos, con las pupilas vacías, diciendo: "allá te espero". Te persigo, te abrazo y susurro al fin el principio de la historia, que me invente mientras moría en esta noche de mayo.

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