Se fue y no se llevó su cuerpo.
Es tarde, tardísimo, y hace un calor sofocante que me revuelve el estómago. Afuera se cae diciembre, mientras algunos- me incluyo- deseamos que enero nos golpee la cara. Creo que más allá están armando los juegos de luces por las fiestas, cosa que nunca entendí y me parece una verdadera estupidez.
Vuelvo a la cama, le miro los ojos vacíos y la boca entreabierta. No sé si debería cerrársela, o dejar que se le reseque por irse sin avisar. Este es el tipo de cosas que justifican mi forma de ser, que siempre critica y sin embargo tolera religiosamente. Nunca le pedí que tenga fe en mí, o me guarde algún tipo de devoción divina. Pero él es así, se mantiene cerca, a veces se enceguece y otras me aniquila con sólo desenfundar la lengua. Y de pronto desaparece, se va, no avisa. Pero hoy cruzó un límite, esto no se perdona.
La noche fue de esas que adoro pasar y, de ser posible, repetir. Tal vez por la secuencia de los hechos, mi cansancio posterior o mi simple favoritismo por su sonrisa. Llegó con las manos caprichosas y perfume en el cuello, con ganas de actos de fe y de deserción. Yo, secretamente satisfecha, me aproveché de esas ganas hasta el límite. No sé si abusé o dejé que el jueguito se nos fuera de las manos, ya no me acuerdo bien.
Se olvidó el cuerpo aplastado sobre el colchón. La piel tirante, la espalda marcada y el estómago hundido. Se fue, se llevó todo y me dejó la ropa tirada y el cuerpo desnudo, los pulmones apagados y el corazón apenas titilante. Cómo puedo perdonar eso cuando todavía tengo el pulso aceleradísimo y estoy cansada, porque anoche me rezó y se volvió fanático. Cómo puedo perdonar esta ausencia y abandono de persona.
Entra más sol, más diciembre por la ventana. La cierro y me paseo adelante suyo, desnuda y vengativa. Le beso la frente y me arrodillo, creo que hasta me da pena. Se fue tantas veces, y volvió aún sabiendo que las cosas iban a terminar así. Yo tuve esperanza de que se convirtiera, o entendiera que yo no le iba a hacer bien. Y ahora, cómo puedo perdonar que no se haya salvado.
Sigo puteando, porque se fue y no se llevó su cuerpo.
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