Y tirar todo un poquito a la mierda, porque hace una semana que no duermo bien esperando que me llames. Y no llamás. La ilusión, que una vez fue cuasi divina, hoy se hunde en las sábanas y me deja sin ganas de respirar.
¿Sabes cómo duele extrañarte? no, no sabes. Por eso desapareces llevándote tu nombre y tus ojos. Me dejas con la sangre hirviendo, llorándote la ausencia que vos elegís mil veces para salvarte de mí. Odio esa cobardía tuya, o ese acierto de escaparte de las locuras que te pueda contagiar.
¿No eras feliz? yo te enseñé a quererme, aunque fue difícil y casi nos matamos en el camino. Porque más de una vez me dijiste que me odiabas y te fuiste cortándome el teléfono. Y yo que me hacía la dura, pensando que dentro de poco me ibas a llamar otra vez. Y efectivamente tenía tu perdida a la madrugada.
¿Y ahora? ¿Por qué la fórmula no funciona, por qué no me llamas? quizá eso de tirar de la cuerda esté adquiriendo verdadero sentido. Nunca creí que te ibas a romper y me ibas a dejar hecha una fotocopia de la que fui. De mala calidad por cierto.
Me enferma que no me leas y no te importe, que te hayas olvidado de mi nombre y mi carita cuando llegabas. No sé, no quiero pensarte más, y sin embargo me gusta saber que no me falla la memoria. Alguna vez te quise.
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