martes, 23 de agosto de 2011

FODA

    Y seguís con la idea, un tanto narcisista si me preguntás, de que todo esto tiene que ver con vos y con las cosas que no dijiste o dijiste de más. Pero cuando me acuesto y nos pienso, sé que estás equivocado...  y creo que las horas acostados en el parque son potencialmente canjeables por un poco de credibilidad. Así que no me calles con las manos, con los ojos, con los besos que son trampa y terminan en olvido. Así que jugate por el cambio que una vez consideraste, que otra propusiste, y que más acá dejaste en el camino por miedo a que mañana yo sea otra.
    Y es gracioso como, a pesar de todo, entiendo tus dudas, porque hasta yo misma dudo de mí y de las cosas que digo saber y sentir. Es casi como si definirme me costara un año de vida, o me atara forzosamente a algo. Entonces es cuando tengo la puta certeza de que no puedo aplicar el análisis FODA  a la vida y a las relaciones. Porque así sería mínimamente más sencillo: descomponerte en cosas buenas y malas, lindas y detestables, hasta saber realmente si vale la pena la espera de ese mensaje, esa perdida, ese pie que nadie da.
    Y se me está yendo la noche escribiéndote, sin encontrar algo claro que decir. Porque si quisiera ser clara te llamaría, te iría a buscar, aunque estés tan lejos y posiblemente con la mente más lejos todavía. Pero me quedo acá, escondida en palabras que sonarán lindas, ordenadas, o que simplemente te parecerán una sucesión de estupideces. Quién sabe, Darling. Tengo tanto sueño, tantas ganas de dormirme cerca tuyo, tantas ganas de no tener ganas. 
    Y parece que con querer no alcanza, porque no hay perdidas ni mensajes, ni mis ganas decaen, ni esta noche se estira para poder soñarte de más.

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