Desesperada
busqué por todos lados
una copia,
un registro de lo que me dijiste esa vez
mientras estábamos sentaditos en la plaza:
yo con las manos juntas sobre las rodillas,
vos con tus confesiones de verano
en la punta de la lengua.
Me costó bastante,
pero di con el original
escondido entre tus sábanas
escrito en desvelo y menguante.
escrito en desvelo y menguante.
Ahora, podes creerme,
te sé de memoria
y puedo recitarte abajo de la lluvia y sin paraguas,
o acostada boca arriba en el pasto.
Puedo, sin errores, empezar por el final
y terminar por el "querida",
porque no existe otra cosa que quiera oír más
-aunque sea de mi boca-
que me queres.
Te adoro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario