viernes, 29 de octubre de 2010

Triángulo Imperfecto

Vagabundeo de punta a punta.
Primero hasta vos.
Después hasta él.
Más tarde vuelvo a mi sombra.

El triángulo de acero.
La cárcel de los besos más ansiados.
Un ir y venir sin fin.
Mi condena más absurda.

Te alcanzo.
Lo alcanzo.
Me pierdo.

¿Cuántas lunas más se me irán en esta ecuación sin sentido?

Tengo que volver a ser yo.
Olvidarte.
Olvidarlo.
Recordarme.


El nudo

Un nudo en el estómago. 
                Corredizo.
 De hilo transparente. 
                Con textura de acero.
 Pesado.
            Lleno de púas.
Un nudo que me dobla en dos.

"Adiós"dijo,
         pensando que era así de fácil.
"Ya empezaras otra vez" 
                         confió.
Pero se trata de mí,
y la suerte no tiene compasión con mis 
torpezas.

Las palabras se ahogaron en llanto dulce
y no lograron llegar a la orilla.
"Que seas feliz" 
falseó mi voz mentirosa.

"Ojala me quisieras a mí" 
aún susurra  
la voz atrapada por el nudo.


martes, 26 de octubre de 2010

Corrupción americana

   Un lugar inhóspito, salpicado con agua clara y nubes naranjas. Los árboles altos y la maleza espesa perfilados contra el horizonte. Un mundo virgen, corrompido por helicópteros cargados de miedo y odio. "¿Por qué debemos empuñar armas y matar comunistas?", se pregunta una voz juvenil, con la voz atorada en un reclamo que a nadie importa.
   Un grito, una canción que comienza a sonar y el caos. Las aves de metal, descienden sobre una pequeña aldea que atraviesa la costa.  Los niños, que apenas salen de dar clase, miran al cielo y se asustan.  Suena la campana. Comienza el descanso, comienza la masacre.
  Uno a uno, los vietnamitas caen por el peso del plomo en sus cuerpos. El humo amarillo los envenena, las balas les rompen los huesos y la muerte los aturde. Todo es sangre y confusión. Un banquete americano de destrucción sin sentido. La carrera por evitar el “terror rojo”.

*Textos I, descripción de la guerra de Vietnam.

lunes, 25 de octubre de 2010

Eso que se llama celos...

Odio cómo se ve su nombre en tu boca.
   Odio descubrir en tus ojos el color de los suyos, brillando cuando le dices: hermosa
      Odio que me digas te quiero, porque sos sincero, y yo no.
         Odio saberte de ella, y tan mío a la vez.

Intento deshacer los celos en agua tibia, pero son como el aceite (el resto es pura química)
Intento tomarlos fuerte entre mis manos, apretarlos hasta que sean polvo, soplar lo que queda y olvidarme de ellos.
Intento amarrar los celos al mástil más alto, dejar que el barco zarpe y acostarme en el muelle a saborear tus caricias.
Intento extinguirlos con un soplo de mis labios, pero no logro apagar la llama viva que arruina mi sueño.

Odio cómo me haces sentir, tan bien y tan distinta a todas.
   Odio pensarte sin querer (nunca es a propósito)
      Odio buscarte en las esquinas y los bulevares.
         Odio que hoy sepas, que los celos me consumen.

Intento irme de
vos.
   Intento sacarte de 
  Mí
Fallé otra vez...

viernes, 22 de octubre de 2010

Sábanas

Las sábanas desparramadas en el suelo
se mezclan con un beso y un clip para el pelo,
se combinan con el tono de tus ojos
y el sabor de tus caricias.
Caen revueltas, sin forma.
Se tuercen y alborotan.
Esconden los suspiros de la sangre,
archivan la memoria de la piel.

Las sábanas desparramadas en el suelo
se hacen carne de la promesa que no cantamos :
eternidad que dura una noche
y acaba con las tostadas,
eternidad que desafía razones
y se lleva por delante el calendario.

Levanto las sábanas del suelo y abrigo la cama.
Intento alisar sus arrugas.
Tomo el clip y me saco ese mechón caprichoso
que siempre me inoportuna.
Suspiro y me doy por vencida.
Las sábanas aún arrugadas.
Mi pelo hecho un caos.
Sonrío. 

jueves, 21 de octubre de 2010

Adiós

Choque de silencios.
         Rebote de caricias.
                   El vacío se presenta a la vuelta de un beso.
La nada y vos como final del camino.
         Se eclipsan miradas.
                                                      Caen un par de mentiras
                                                                en la alfombra.
                                                                     Todo es callado.
                                                                               Todo es dicho.
                                                                                         Nos medimos.
Se aceleran pulsaciones.
Dejan de pensar los ojos.
Una lágrima se dibuja en mi cuello.
                                                                El  adiós  flota, nada, vuela
                                                                         y se posa caprichoso
                                                                             en un mechón de mi pelo.

Mr Fear


     El miedo es un hombre clásico. Un caballero de alta alcurnia y tiempos muertos. Un individuo meticuloso rayano en lo obsesivo. Porta sobre su rostro macilento un carácter soberbio y altanero, con el que atrae y repele a los ojos más curiosos.  El miedo, insólito personaje de cuentos color sepia, reconoce su mala fama y se vanagloria de ella.
    Siempre viste de gris, para poder camuflarse en las noches. Le gusta su traje descocido y sin planchar. Lleva sombrero de copa ancha y zapatos negros, mangas arrugadas  y botamangas sin zurcir. Es el estilo de hombre que pintan las viejas películas en blanco y negro. Un espécimen de los más anticuados y correctos que subsisten en el mundo espectral.
    Se sabe talentoso como pocos. Posee el don de afectar los baúles cerebrales del común de la población mundial. Es tremendamente persuasivo, lo cual le permite conseguir todo aquello que se propone. Aún así, no se aprovecha (demasiado) de esa cualidad, es intachable.
   Pocos son los que alguna vez oyeron su voz, y los que lo han hecho, afirman que se graba para siempre en el inconsciente. Cala profundo, se asienta en la memoria más sublime. No se olvida. El miedo logra convertirse en recuerdo permanente, imposible de borrar.
   Vive sólo, en rincones fríos y húmedos. Se alimenta de la lluvia y el olor a tierra mojada. Cada día crece dos milímetros y aumenta un gramo de peso. Tiene una rutina inalterable desde hace un cuarto de milenio. Se despierta con el ocaso, porque es algo reacio al sol, y se viste despacio. Nunca tiene prisa. Se peina sus rulos caprichosos y los oculta bajo un sombrero de hongo. Chequea los clientes del día, y asalta las calles con una sonrisa de cartulina.
  Su trabajo, aunque tedioso en algún punto, lo llena de satisfacciones. El miedo, gusta de los gritos chillones de las mujeres; le fascina verlas a punto de entrar en paroxismos nerviosos. Se congratula con el insomnio que provoca en los pequeños, sus clientes más habituales. Pero no todo es color de rosa, a veces las cosas le salen mal.
   Corren los rumores de que el miedo no es infalible, y que algunos errores casi le cuestan el cargo. Pero, regularmente, desempeña sus labores como el mejor. Se llena de gozo con cada victoria. El pecho se le infla de orgullo y siente que va por buen camino. 
   Es un secreto poco conocido, pero el miedo tiene un punto débil: los espejos. Parece de no creer, pero es cierto. Entra en un colapso absoluto cuando ve su reflejo. Analizándolo, puede que esa sea la razón última por la cual tenemos miedo de tener miedo…


martes, 19 de octubre de 2010

Cortina de acero

   Ese día todos estaban pegados a la radio. Se trataba de un nueve de noviembre destinado a hacer historia. Nunca las palabras fueron tan decisivas y esperadas. Los oídos de un lado y del otro permanecían atentos, casi en una comunión impensada.
  -¿Ya podemos ir?-preguntó Derek. El niño tironeó del abrigo de su mamá. Ella lo miró, frunció la boca y se puso de rodillas a su lado.
 -Aún no lo sé.
   Una voz de acento italiano decía: ¿Cuándo se hará efectiva la medida?
   Un corazón se detuvo. La sangre siguió corriendo. El aliento se hizo pesado mientras la respiración se volvía forzosa. 
   Los recuerdos, la angustia, esa impotencia maldita se hicieron humo cuando la respuesta se oyó de los labios de Schabowski.... "desde YA". El fallo al fin era dado.
   Desde la ventana, cientos de ojos se fijaron en la condenada: la cortina de acero. Tantos años la vieron allí, inmóvil y fría, burlándose de ellos. El resentimiento les consumió los ojos. La odiaban. Esa cortina imbatible los hizo extraños de los amigos, enemigos de los hermanos. Se convirtió en un muro separando comidas y canciones.
   Derek se arrimó hasta la puerta y giró el picaporte. Su mamá le sonreía mientras dejaba el abrigo y lo seguía. El pequeño caminaba por delante. Sus pies se enfilaban hacia la dura tela. Muchos más pies lo seguían, todos expectantes.
  Nadie sabía cómo empezar, pero había que encontrar la manera. El muro se llenó de manos que escuchaban sus palpitaciones. Del otro lado las mismas manos copiaban el reconocimiento médico, actuando por invisible imitación. El hormigón se sacudió, se quitó el polvo de encima. Los guardias cayeron por el movimiento.  
  El más intrépido trepó hasta el muro e intentó domarlo. El renegado se le resistió, por lo que otros se acercaron para ayudar. Lo azotaron hasta quebrarlo. Sin piedad. Sin descanso. Lo desmembraron hasta matarlo. Con pasión sanguinolenta. Con satisfacción extrema.
  Cuando el gigante cayó, el silencio de tantos años se apagó. Gritos y abrazos, en lo vestigios del muro y más allá de ellos, se olieron entre los escombros. Era un día especial, un nueve de noviembre.
  Derek tiró, en esta ocasión, de la falda de su mamá.
  -¿Ese es?- dijo señalando una figura que se acercaba entre la gente.
   Su madre asintió con la cabeza. El hombre llegó hasta el niño, sonrió a la mujer y besó la cabeza de su hijo.



domingo, 17 de octubre de 2010

El peso de la pluma

 Te escribopara que que me leas con atención (incluso la letra chica). 
   Te escribo, para que me entiendas y sepas manejarme (te)
     Te escribo, aún sabiendo que sería mejor hablarte (pero no más fácil), para que cada palabra se grabe en tu retina mientras se ahoga en mi garganta.

¡Si supieras como pesa la pluma!
Ojala me vieras ahora. Moviendo inquietos los dedos sobre el teclado. Frunciendo las cejas. Tomando aire. Con un mechón rebelde sobre la frente, y los dientes presionando mi labio inferior.

¿Podes verme?

  Estoy entregando mis pestañas esta noche mientras intento decirte lo que siento.
  Se que es más sencillo de lo que parece. Se que son dos palabras (más las dos mil que las explican).

  Te escribo, porque así no se me escapa ningún detalle.
    Te escribo, porque tengo ganas de que me releas, hasta saberte de memoria la combinación arbitraria de letras y comas que inventé.
      Te escribo, para que sepas, por si no lo notaste... que me estoy enamorando de
                                                                             vos.

viernes, 15 de octubre de 2010

All you need is love ♪

Silencioso crece en mis párpados,
se deshace en la lengua
y llega a mi ombligo.
Inquieto se revuelve,
tanto que cae a mis pies
para luego trepar hasta mi cabeza.
Desordena mi desorden,
da vueltas un reloj de arena
y vacía el buzón de cartas en blanco.
Toma lo que fui
y me hace otra,
tanto así que olvido
que una vez no lo tuve.

lunes, 4 de octubre de 2010

Pastillas para no soñar ♪

Quise soñar con él,
pero soñé con vos.

Me acosté con la nítida sensación de tus brazos alrededor de mi cintura.
Cerré los ojos mientras dibujaba tu sonrisa y la curva de tu mentón.
Me mordí los labios y escuché cada dialogo, silencio y suspiro.
Las horas podían comprimirse en palabras y gestos.
Los minutos aislarse en muecas y carcajadas.
Los segundos escurrirse entre pulsaciones y pestañeos.

Quise soñar con él,
pero soñé con vos.

Aunque me esforzara en recordar sus ojos,
sólo podía pensar en tus pupilas color miel.
Aunque buceara en mis recuerdos buscando su voz,
sólo el color de la tuya inundaba mis oídos.
Aunque intentara sentir su boca,
la tuya me pasaba factura por los besos adeudados.

Quise soñar con él,
pero soñé con vos.

Me desperté aturdida, incrédula.
¿Qué es lo que mi subconsciente estaba pensando?
Con él debería soñar, no con vos...
amigo mío.