jueves, 21 de octubre de 2010

Mr Fear


     El miedo es un hombre clásico. Un caballero de alta alcurnia y tiempos muertos. Un individuo meticuloso rayano en lo obsesivo. Porta sobre su rostro macilento un carácter soberbio y altanero, con el que atrae y repele a los ojos más curiosos.  El miedo, insólito personaje de cuentos color sepia, reconoce su mala fama y se vanagloria de ella.
    Siempre viste de gris, para poder camuflarse en las noches. Le gusta su traje descocido y sin planchar. Lleva sombrero de copa ancha y zapatos negros, mangas arrugadas  y botamangas sin zurcir. Es el estilo de hombre que pintan las viejas películas en blanco y negro. Un espécimen de los más anticuados y correctos que subsisten en el mundo espectral.
    Se sabe talentoso como pocos. Posee el don de afectar los baúles cerebrales del común de la población mundial. Es tremendamente persuasivo, lo cual le permite conseguir todo aquello que se propone. Aún así, no se aprovecha (demasiado) de esa cualidad, es intachable.
   Pocos son los que alguna vez oyeron su voz, y los que lo han hecho, afirman que se graba para siempre en el inconsciente. Cala profundo, se asienta en la memoria más sublime. No se olvida. El miedo logra convertirse en recuerdo permanente, imposible de borrar.
   Vive sólo, en rincones fríos y húmedos. Se alimenta de la lluvia y el olor a tierra mojada. Cada día crece dos milímetros y aumenta un gramo de peso. Tiene una rutina inalterable desde hace un cuarto de milenio. Se despierta con el ocaso, porque es algo reacio al sol, y se viste despacio. Nunca tiene prisa. Se peina sus rulos caprichosos y los oculta bajo un sombrero de hongo. Chequea los clientes del día, y asalta las calles con una sonrisa de cartulina.
  Su trabajo, aunque tedioso en algún punto, lo llena de satisfacciones. El miedo, gusta de los gritos chillones de las mujeres; le fascina verlas a punto de entrar en paroxismos nerviosos. Se congratula con el insomnio que provoca en los pequeños, sus clientes más habituales. Pero no todo es color de rosa, a veces las cosas le salen mal.
   Corren los rumores de que el miedo no es infalible, y que algunos errores casi le cuestan el cargo. Pero, regularmente, desempeña sus labores como el mejor. Se llena de gozo con cada victoria. El pecho se le infla de orgullo y siente que va por buen camino. 
   Es un secreto poco conocido, pero el miedo tiene un punto débil: los espejos. Parece de no creer, pero es cierto. Entra en un colapso absoluto cuando ve su reflejo. Analizándolo, puede que esa sea la razón última por la cual tenemos miedo de tener miedo…


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