Te escribo, para que que me leas con atención (incluso la letra chica).
Te escribo, para que me entiendas y sepas manejarme (te)
Te escribo, aún sabiendo que sería mejor hablarte (pero no más fácil), para que cada palabra se grabe en tu retina mientras se ahoga en mi garganta.
¡Si supieras como pesa la pluma!
Ojala me vieras ahora. Moviendo inquietos los dedos sobre el teclado. Frunciendo las cejas. Tomando aire. Con un mechón rebelde sobre la frente, y los dientes presionando mi labio inferior.
¿Podes verme?
Estoy entregando mis pestañas esta noche mientras intento decirte lo que siento.
Se que es más sencillo de lo que parece. Se que son dos palabras (más las dos mil que las explican).
Te escribo, porque así no se me escapa ningún detalle.
Te escribo, porque tengo ganas de que me releas, hasta saberte de memoria la combinación arbitraria de letras y comas que inventé.
Te escribo, para que sepas, por si no lo notaste... que me estoy enamorando de
vos.
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