domingo, 23 de enero de 2011

La mancha

  Dormía con los ojos bien abiertos, probablemente asustada por la oscuridad de sus párpados. Un dolor lacerante la mantenía acostada en la cama, a pesar de la claridad que asomaba por la ventana entreabierta.
  Su rostro inexpresivo se contrajo por el camino que habían tomado sus pensamientos. Uno por uno, le acercaban un único y borroso recuerdo, tan amargo que de sólo evocarlo, un estremecimiento la recorría entera.
  Miró la mancha roja del parqué y suspiró, puede que de sólo imaginar lo que le costaría quitarla. Realizó un análisis detenido de su piel desnuda y arañada. Puso mala cara. Un par de moretones hacían un dibujo chistoso en su brazo, y le salió una sonrisa rota. Se acarició sin conseguir que las marcas desaparezcan, éstas permanecieron adheridas sin intenciones de abandonar su lugar.
  Intentó incorporarse en la cama a pesar de la debilidad que sentía en cada rincón de su cuerpo. Los flashback eran una seguidilla de imágenes difusas e inconsistentes que no conseguía ordenar bajo ninguna lógica. Se le aparecían las charlas de chat, el encuentro casual en aquella plaza, las confesiones y anécdotas, el primer beso. Todo iba bien, hasta que por alguna razón comenzó el dolor de las palabras hirientes y asesinas, un empujón sin querer, un golpe para hacerla razonar.
  Se olvidó del miedo a la oscuridad y cerró los ojos con fuerza. A pesar del intento desesperado, no podía detener los recuerdos que la enloquecían. Enfurecida con su propia mente, tomó fuerzas y se levantó. Con torpeza, buscó un cepillito y comenzó a tallar el suelo de madera. La mancha sanguinolenta se hizo la difícil, pero con esfuerzo y lágrimas se dejó vencer.
  Arrodillada y exhausta, se miró las manos teñidas de rojo. La luz entraba de lleno en la habitación, seguramente era tarde. En el piso, junto a su ropa, vibraba un celular. Mientras lo atendía, echó un vistazo a la cama.
-Hola mamá, me quedé dormida, ya voy para casa- dijo con voz seca.
Del otro lado de la línea la contestación fue más acalorada. Pasaron apenas dos minutos antes de que se corte la comunicación.




   Melisa volvió a la cama. Se recostó de costado, con la vista fija en los ojos abiertos y sin vida de Diego.

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