creando historias donde un kilómetro era un centímetro y el caos disminuía mientras
más cerca estuvieras de la Tierra.
Se hablaron en el idioma de los extraños, de los gestos universales, de los ojos marrones
y las penas de amor, avanzando hasta la letra de esa canción que habla
de abrazos que abarcan ciudades, y de esa lluvia que se esconde en la esquina cuando
nadie la ve.
Se acercaron en la oscuridad del cine y en el final de una diagonal apagada,
sonrieron mucho, se agarraron las manos, soltaron los prejuicios
y se besaron en el pasado, en el futuro y en este presente lleno de jacarandaes.
Se enamoraron un domingo en una plaza jugando en el sube y baja, comprendiendo
que uno necesitaba al otro y que los domingos sin juegos eran aburridos,
muy aburridos.
Se dijeron que se amaban un día de mucho sol, cerrando los ojos, enceguecidos,
con el cuerpo caliente y la mente clara,
todo estaba en paz.
Se hicieron uno.
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