lunes, 23 de diciembre de 2013

2013

Hace un año se rompía el cantero y se abrían puertas y ventanas. Hace un año empezaban muchas cosas y mi única respuesta a cualquier pregunta era "ya veremos". Hace un año no sabía que hoy las certezas iban a ser tantas y tan valiosas, por eso GRACIAS a los que se quedaron cerca, cuidándome y riéndose conmigo.



En enero viajé a Las Rabonas, Córdoba, con un padre recién descubierto y me enteré de mis raíces comechingones, además de otras tantísimas cosas que me hicieron comprobar eso de "la sangre tira". También conocí a un tío abuelo y sus poesías, me suavicé los talones en el río y me dormí temprano y tranquila, esperando el desayuno en el jardín.

Unos días después me subí a una combi, me encontré con la sonrisa más linda en Agua de Oro y disfrutamos de la pileta fresca, los sillones super reclinables, las caminatas y las ferias. Por culpa de nuestra inocencia entramos a un lugar donde lo más barato estaba cien pesos y terminamos tomando un Gancia y un fernet. Aún así festejamos un mes más de noviazgo y charlamos la noche en un pueblo de 1500 habitantes.




Aunque el fresquito fue tentador, volvimos a La Rioja, donde siempre me hacen sentir bien recibida y esperada. Gracias a todos los que colaboran con eso. Muy pronto ya andaremos sanagasteando, como dice mi novio, o charlando bajo el alivio del aire acondicionado.






La facultad y gráfica III merecen que diga 
que fue un excelente año. Aunque me sigo quejando por los fines de semana escribiendo y reescribiendo trabajos, hoy sé que todo eso funcionó. También sé que Sonia, Chavela y sus crónicas ruteras redefinieron para mí muchas cosas del periodismo. Gracias a ellas porque su dedicación, entusiasmo y apoyo me ayudaron a confiar plenamente en Transeúntes. Hoy sabemos hacia donde vamos y las cosas que queremos apoyar. 


El invierno me regaló unas vacaciones inolvidables en Catamarca y en La Rioja, más lecturas de las que puedo recordar y un resfrío que me hizo parar en una farmacia. Creo que las fotos nunca van a reflejar la belleza de las dunas, de las montañas, de las noches con estrellas de verdad. Gracias a quienes conocimos durante el camino, como los dueños de La Sala y su hermosa finca, donde espero volver a pasar la noche y comer empanadas.




Y aunque más de un fin de semana fue enteramente de lectura, las juntadas fueron muchas y cada una tiene su registro en mi cabeza y en las fotos que me divertí sacando. Los payasos en el Meridiano, los juegos de la República, los cumples con pileta y sin pileta, las tardes de plaza y de merienda, las cien comidas en Bukowski. Gracias amigos por encontrarnos desde tan lejos y tan cerca.


Por supuesto, como siempre, la sonrisa linda estuvo conmigo, siendo lo que le da significado a todo y me hace sentir enteramente feliz. Te amo.





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