sábado, 22 de diciembre de 2012

Cómo tratar a la distancia



Antes que nada tenemos que medirla, marcar los puntos de salida y llegada, dejar asentado de cuántos centímetros estamos hablando en realidad. Porque así señores, con meticulosidad en los cálculos, es como podremos hacerle frente exitosamente al momento de la espera, ese letargo odioso al que nos vemos obligados por razones (en general) vinculadas al amor.
Con este conocimiento de su naturaleza estamos en condiciones de proceder. Ustedes podrán elegir los métodos más convenientes, ya que cada uno responde a ellos en forma diferente. Y tal vez algunos puedan contraerla, deformarla, hacerla una bolita, un punto microscópico en el espacio con tan sólo un llamado. Otros sentirán cosquilleos en la panza y se trasladarán automáticamente de un punto a otro con un mail largo, uno en el se digan las cosas más lindas con palabras comunes. Otros necesitarán más artilugios para distraerla y se harán eco de la tecnología, recurrirán a las videollamadas y se harán morisquetas mientras se les contraiga el pecho de tanto guardarse el abrazo.
Los libros y las canciones pueden servir también, más que nada si logran viajar sin moverse, si consiguen acercar ese mundito hasta ustedes desde la comodidad de la cama. Algunas palabras lograrán un efecto consolador, podrán actuar de placebo cuando las caricias no puedan darse, serán armas blancas que empuñen la ansiedad del encuentro. Todo es válido.
Prueben, intenten, combatan, luchen, sean estrategas mientras ella exista. Y luego, cuando los puntos converjan y todo ocupe su lugar en el espacio, recuerden y aprovechen, sean uno, sean pares, sean contentos. 








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